sábado, 8 de junio de 2013

Biomecánica: re-aprender a caminar

Biomecánica: re-aprender a caminar


Sorprende cuántas lesiones se producen por caminar de forma incorrecta. Andar no es nada sencillo. No lo es porque debemos mantener el equilibrio y ello supone un esfuerzo considerable a toda nuestra anatomía. Como en todo sistema sujeto a las leyes dinámicas de la física, también el cuerpo humano verá cómo su equilibrio depende de su centro de masas. Pero este centro de masas que ya de por sí es inestable en reposo (y que se sitúa en la vértebra lumbar L4) se vuelve muy inestable miles de veces al día, debido a un movimiento sumamente habitual: caminar.
Cada vez que damos un paso, hacemos oscilar vertical y horizontalmente nuestro centro de gravedad. El subconsciente, educado a base de caídas en nuestra etapa de bebés, intentará que el efecto sea mínimo. La tarea, desde luego no es sencilla. Un individuo promedio cimentará 80 kilogramos de peso sobre unos pies de solo unos 7 cm de ancho. Y además, los moverá alternativamente. El sistema no puede ser más inestable. Sin embargo aprendemos a dominarlo. ¿Cómo? Gracias a la intervención combinada de más de 130 músculos, a los que sumamos articulaciones, gestos, tejidos… En la fase de aprendizaje desarrollamos un patrón de marcha que a base de práctica se queda en nuestro cerebelo formando parte de nuestra actividad subconsciente. El problema es que hay muchas personas cuyo patrón les mantiene en equilibrio (no caen) pero hace sufrir en exceso al conjunto del sistema motriz. Cuando eso ocurre, por más que no nos caigamos, nos lesionamos por la propia erosión causada por un modelo errático. ¿Cuántos de nuestros lectores se quejan de dolor en las rodillas, tobillos, caderas… sin haber sufrido ninguna caída ni traumatismo? Debemos someter a estudio nuestra pisada para ver si caminamos correctamente o solo guardamos el equilibrio como podemos.

¿Cuidamos nuestra forma de caminar?
El cimiento del sistema es el pie. El del movimiento: la pisada. Cada paso que damos provoca oscilaciones al centro de gravedad que afectan al pie puesto que determina qué partes de él van a soportar más peso. El trabajo del pie consiste en procurar el movimiento de una forma estable (es decir, que nos permita guardar el equilibrio) y progresiva, o lo que es lo mismo, que fluya sin impactos excesivos que causen micro-traumatismos a todo el conjunto óseo.
Sin embargo, nuestra vida diaria no pone fácil su tarea. El pie está diseñado para andar por terrenos irregulares. La ciudad es regular. Caminar por un piso regular termina destensando músculos que existían para sujetar el sistema motriz cuando el terreno era irregular. El zapato que utilizamos a diario tampoco es un aliado a la mejor pisada. Buscamos lo estético antes que lo saludable. Encerramos al pie, lo constreñimos, apretamos… Mención aparte merece el tacón. Si hacemos el ejercicio de movilidad del pie hacia los lados, veremos que lo podemos hacer en plano o con la planta hacia arriba. Sin embargo al estirar el empeine (lo que hacemos con los tacones), el astrágalo queda bloqueado y el pie pierde movilidad lateral. Por eso es más fácil caerse con ellos puestos.
Sin embargo nuestro cuerpo no va a castigarnos por elegir mal el calzado. No nos va a dejar caer al suelo. Cualquier inestabilidad afecta al pie, y nuestro sistema motriz siempre va a intentar corregir un error en la pisada. Para ello tendrá que hacer un sobreesfuerzo que provocará un desgaste en los cartílagos o peor incluso, si los músculos de la zona no tienen buena tonificación, puede haber rotura.

Dar salud a nuestra pisada
Como vemos, todos los errores en la pisada dañan el sistema. Hacen trabajar en exceso al conjunto. La pisada ideal debe mantener alineados en un eje vertical a nuestro tobillo, rodilla y cadera. Si pisamos más con el exterior del pie (supinadores) o con el interior (pronadores) estamos sacando del eje al tobillo. Provocamos en cada paso un sobreesfuerzo de la tibia que debe rotar anormalmente llevando un esfuerzo de rotación grave a la rodilla. Por su parte, el fémur tratará de ayudar a ésta para paliar su dolor rotando sobre ella en un giro de compensación de la desviación que viene del pie. La rodilla es una articulación diseñada para giros sobre un único plano, y los esfuerzos de torsión, rotación… laterales la dañan peligrosamente. Queda claro que un sencillo movimiento de pisada mal ejecutado puede tener consecuencias graves en el conjunto de nuestra salud.
 
¿Cómo actuar frente a este problema?
Tiene solución. Lo que debemos hacer es estudiar nuestra pisada. Un estudio de la pisada, es una prueba biomecánica en la que al paciente se le hace caminar sobre una plataforma de presiones. Es un tapiz equipado con sensores capaz de arrojar información sobre qué parte del pie soporta más presión al caminar, en qué fase del paso tiene lugar, cómo se reparte el peso durante el gesto de caminar… y nos traza un diagrama nítido de cómo es nuestra pisada y qué problemas puede estar ocasionando.
Esta fase es fundamental porque solo una vez detectado el problema estaremos en condiciones de solucionarlo. ¿Cómo? Con los datos obtenidos del estudio, elaboramos una plantilla personalizada. Actúa como un andamio. Un armazón de pisada sana. Una guía que le dice a nuestro pie cómo tiene que pisar sanamente. Es decir, no nos valen plantillas prefabricadas, estándar… Solo hay una que nos puede ayudar: la que se diseña a partir de la información obtenida con el estudio de la pisada. Para ello, debemos encargarla a un centro de estudios biomecánicos, que son los únicos dotados de la tecnología suficiente para elaborar un producto fiel a las mediciones. Una vez la obtenemos y la integramos en nuestro calzado, cada paso es un paso hacia la salud. Cada vez que hacemos el gesto de caminar la plantilla va imprimiendo esa nueva pisada a nuestro subconsciente. Re-aprendemos a caminar. Al cabo de unos meses de uso, podemos empezar a observar cómo hemos “viciado” nuestro sistema para que camine de acuerdo con un patrón nuevo y sano. Mitigamos el antiguo y nocivo y con él nuestros dolores de rodillas, caderas…

En resumen: si surgen defectos en la pisada los síntomas serán dolores articulares. Hemos de detectar cuáles son esas desviaciones que provocan el mal gesto mediante un estudio de la pisada y utilizar plantillas personalizadas para resolverlo. Y de paso, no está de más hacer una reflexión sobre nuestro comportamiento a la hora de elegir calzado. ¿Lo compramos para nuestro pie o para nuestra vista? ¿Para caminar o para realzar nuestra autoestima? Lo más sensato es dejar que un profesional nos recomiende qué zapato es el que más conviene a nuestro pie. En el mercado ya hay una gran variedad de diseños actualizados que sin embargo no comprometen el buen uso de nuestro sistema. Pongámonos en manos de asesores profesionales y aprendamos a caminar. Nuestra salud marchará entonces con buen paso.


Fuente: Biónica Sport.

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